martes, 3 de abril de 2012

seguimiento de noticia 27/03/12

A qué vino en realidad Benedicto XVI a México
Hoy, después de haber sido aprobada la reforma al artículo 24 constitucional por los diputados federales el pasado 15 de diciembre y por el Senado de la República el día 27 de marzo del presente año, es que nos damos cuenta todos los mexicanos católicos o no, que la visita que hizo el Papa Benedicto XVI a nuestro país hace apenas unos días (no ha pasado ni una semana), nunca, por ningún motivo fue una visita pastoral, ni mucho menos una visita de Estado como quisieron hacernos creer al pueblo mexicano tanto las autoridades de nuestro país, como las autoridades eclesiásticas.
Antes bien, la visita del Papa Benedicto XVI fue única y exclusivamente para pisotear, humillar y mancillar al pueblo mexicano y a sus leyes, así como para burlarse de las víctimas de la pederastia y la violencia que se vive en México.
¿Por qué menciono que no fue una visita pastoral la de Benedicto XVI? Porque si en realidad Joseph Ratzinger fuera un verdadero líder religioso se hubiera preocupado por los fieles de la Iglesia católica y se hubiera reunido con el pueblo mexicano que lo estaba esperando y no con aquellos que sólo querían tomarse la foto para obtener simpatizantes ante las elecciones del 1 de julio próximo.
Por desgracia la gente que forma el pueblo de México, aquellos que en verdad más han sufrido, se dieron cuenta de que Benedicto XVI no tuvo tiempo para ellos, para atenderlos como lo ha hecho con otras personas de otros lugares que antes visitó. No hizo espacio en su agenda para poder reunirse con las miles de víctimas que levantaron la voz para pedirle a él que se reuniera con ellos.
Entre esas voces que se levantaron estaba también la del poeta Javier Sicilia, quien fue hasta Roma a pedirle a Benedicto XVI que se reuniera con aquellas víctimas de la violencia y con aquellos que por desgracia en su niñez fueron violados, ultrajados y abusados sexualmente por aquellos sacerdotes católicos que hoy en día brincan de gusto porque están a un paso de poder llegar a los más indefensos de nuestro país y ultrajarlos, saciando así sus más bajas pasiones, mancillando lo más sagrado de nuestro pueblo, que son los niños y las niñas de México. Se trata de sacerdotes y jerarcas católicos que hoy se encuentran alegres, viendo de lejos a su presa, como hienas en espera de que caigan bajo sus garras los millones de niños y niñas de nuestro país que cursan sus estudios en las escuelas públicas. Todo por la irresponsabilidad y la falta de patriotismo de los senadores, quienes supuestamente están para cuidar las leyes de nuestro país, quienes supuestamente deben evitar que se viole la soberanía de nuestro Estado. Por desgracia, el pasado jueves 27 de marzo del presente año ellos mismos violaron la soberanía nacional y permitieron que un extranjero como lo es Benedicto XVI viniera a imponernos la agenda política de un Estado diferente al mexicano, que es el Estado vaticano.
Señores lectores, lo que estoy mencionando en ningún momento es una calumnia a los jerarcas católicos, sólo es traer a la memoria lo que uno de los más ilustres personajes de la jerarquía católica hizo en nuestro país y que es el fundador de los Legionarios de Cristo; Marcial Marciel, quien abusó sexualmente ¡hasta de sus propios hijos! y fue denunciado públicamente en una entrevista con la periodista Carmen Aristegui.
Para lo que en realidad vino Benedicto XVI a nuestro país fue para pisotear, humillar y agraviar la soberanía del pueblo mexicano, cambiando las leyes del país al modo que él quiere, en este caso en particular, reformando el artículo 24 constitucional. Lo hizo para plasmar la tan “anhelada libertad religiosa” como lo denunció en su momento Georgina Saldierna, el 18 de noviembre del 2006, en una nota titulada Ofreció Calderón a la Iglesia pugnar por “la anhelada” libertad religiosa: CEM, misma que salió publicada en La Jornada, en la sección de política y en donde señalaba el obispo de Texcoco: “es una palabra del artículo 24. Esa es la clave, que en lugar de que diga ahí libertad de culto y de creencia, diga libertad religiosa. Basta únicamente con eso”.
Lo lamentable de todo esto es que vemos que aquellos que por ley tienen la obligación de guardar y respetar las leyes de nuestro país, junto con el pueblo de México, sean los que le han entregado en bandeja de plata la nación y sus leyes a Benedicto XVI.
Cómo olvidar aquellos días lunes cuando cursábamos la educación primaria, cuando nos formaban los docentes en el patio de las escuelas para hacer honores a la bandera y cantábamos el Himno Nacional. Recuerdo con agrado una de sus estrofas que decía: “…más si osare un extraño enemigo profanar con sus plantas tu suelo, piensa ¡oh patria querida! Que el cielo un soldado en cada hijo te dio…”
Mexicanos y mexicanas de esta hermosa nación libre y soberana que nos ha visto crecer, seamos aquellos soldados que defendamos la soberanía de nuestra patria y no permitamos que se cambien las leyes de nuestro país por el capricho de un extranjero, sea quien sea este extranjero, no permitamos que nos impongan la agenda política de otro Estado diferente al nuestro.
¡Levantemos nuestra voz en cada Congreso estatal y defendamos nuestras libertades que en materia religiosa tenemos! Digamos: ¡no a la reforma al artículo 24 constitucional! Porque muchas vidas y sangre nos ha costado este derecho, no podemos ni debemos retroceder en esto.
Hoy somos un pueblo multicultural, pero eso nunca nos ha hecho diferentes los unos a los otros ni mucho menos nos ha separado o dividido, al contrario, eso nos ha dado la fortaleza para ser un país, una nación, un pueblo de mexicanos que nos sentimos orgullosos por lo que somos, hombres y mujeres libres, que podernos tener o no tener religión, pero eso sí, todos mexicanos.
Lo que sí les podemos decir a los panistas y priístas que se unieron para violar la soberanía de México es que los mexicanos tenemos memoria y cobraremos la factura a sus partidos, cada voto que le dieron al clero romano serán miles de votos menos a sus partidos, todo por haber regalado nuestras leyes, nuestras libertades, pero sobre todo la paz del pueblo mexicano: ¡Juárez, cómo nos haces falta!
Jacob Gutiérrez Avelar

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